La Valparadisea Luis Correa-Diaz

La Valparadisea LCD

Hay tres tomas de Valparaíso en la película Los diarios de la motocicleta: La primera en la oficina de correos donde Ernesto Guevara, el futuro Ché, recoge una carta de su novia, cortando con él. La segunda es un trayecto en el funicular donde no hay siquiera diálogo entre Guevara y su amigo Granado. Y la tercera es en la playa, donde Guevara acepta que no le queda otra que seguir su aventura. Esto es todo lo que sé, o lo que sabía de Valparaíso hasta que empecé a leer los poemas de Luis Correa-Díaz. En su última entrega, La Valparadisea (Altazor, 2025) Correa-Díaz nos invita a una excursión en dron —droncito— y recoge los corazones rotos como el de Guevara, los trayectos en el funicular, sin diálogo, y las meditaciones en la playa.

Con Correa-Díaz siempre hay más. Sus líneas están llenas de referencias: Jorge Manrique junto a Starbucks, la Nueva Trova Cubana junto a Hieronymus Bosch, al Papa junto a Herzog y todo ello en las calles, plazas, cafés y urbanizaciones de Valparaíso.

Pero lo importante no son las calles ni los edificios, sino la gente que llena los poemas de LCD: Amigos, libreros, familiares, transeúntes, otros poetas, músicos, tenderos, camareros, la gente que hace una ciudad, que le dan el color, la textura, la profundidad y la memoria a los sitios.

La memoria y su hermana la melancolía son el tejido que colorea el tapiz que es La Valparadisea. Los recuerdos de Correa-Díaz, los recuerdos de nuestros hogares que tenemos los que vivimos en el exilio —aunque sea elegido.

El escudo de Chile, Luis Correa-Díaz, la canción del exiliado. (Finally going bilingual!)

Hay un hilo que une a todos los exiliados, emigrantes y refugiados del planeta: nuestras cabezas conocen los problemas y saben las dificultades que hay en nuestros países, pero nuestros corazones añoran todo lo bueno que dejamos atrás: las familias, amigos, la comida, los olores, los sonidos. Luis Correa-Díaz lo explica con poemas en su Escudo de Chile (Oxeda 2023).

Confieso que cuando recibí el libro que Luis generosamente me envió, estaba justo leyendo otro libro. En vez de dejarlo acumulando polvo en mi escritorio se lo presté a Ricardo, mi compañero de trabajo chileno, enciclopedia andante de futbol, quien me aclaró mis dudas sobre Chile que ignorante de mí solo conozco de Missing con Jack Lemmon y Sissy Spacek (1982) y Los diarios de la motocicleta.

En esta aventura narrativa, perdón, en verso, Correa-Díaz, nos invita a su exploración postmoderna, postcolonial, milenial, romántica, político-futbolística, neo barroca (¿Cómo escribiría poesía Alejo Carpentier en el siglo XXI?), musical, culinario-gastronómico de Chile por medio de su escudo.

El libro está dividido en 70 poemas, pero la ausencia de puntuación nos propone, en un juego borgiano, 70 poemas o un solo poema o infinitos poemas. La lectura fluye entre poemas con solo algunos cambios de perspectiva cuando el narrador es el escudo o cuando las referencias cambian de históricas (Pinochet, Aylwin) a musicales (Serrat, Bad Bunny, Juanes…), a futbolísticas (Colo-Colo, la Roja), etc.

El escudo de Chile es tan solo la piedra angular de esta construcción, un trampolín que permite a Correa-Díaz tocar la política, la historia, la geografía y sobre todo la cultura de su país entre Jung, Gabriela Mistral, Dante, Capitán América, Trump, emoticones, fotos…

Este es el tercer poemario que leo de Correa-Díaz después de Valparaíso, puerto principal y Del amor hermoso – el cual sale auto referenciado en el Escudo de Chile –Y es tan enriquecedor como los anteriores!

Llevaba años pensando en hacer este blog bilingüe. Inspirado por Luis, por fin, después de 13 años me he decidido. Espero que os guste.

The triumph of the short story

Good things come in small packages, they say. In Spain we say: “lo bueno, si breve, dos veces bueno” the same thinking can be applied to the short story. If you can develop characters and plot in not too many pages instead of hundreds you might have what it takes.

Your end of apprenticeship project in the Middle Ages required you to do a miniature of whatever your craft was; If you were a carpentry apprentice you had to make a tiny piece of furniture. These pieces where far more difficult to make than a regular sized piece. Again, the same goes for short stories. Boiling down a full story to a few pages requires a craftmanship not all writers have.

Short stories are the reason I fell in love with Literature (yes, with capital L). My high school Spanish lit teacher Soledad Sprackling had me reading Borges, and García Márquez. Later on I devoured Poe, Hemingway, Cortázar, Cervantes’ Novelas Ejemplares, Rosario Castellanos, Fuentes, etc. etc.

I recently read back-to-back books of shorts stories and was surprised to see that I have never written about short stories in this blog.

Las guerras perdidas is by Oswaldo Estrada, a dear friend and professor at UNC. Unfortunately, I never took any of his courses since our research interests did not match. Regardless, we became good friends. Last year on a weekend trip to Chapel Hill he even hosted a tapas dinner for me. His bittersweet short stories about loss and pain are beautifully written, his prose is reminiscent of García Márquez “Y aunque te bañes y perfumes, siempre hueles a tristeza.” Estrada’s insight into the human condition is precise, but sweetly narrated, which makes for a wonderful read. Highly recommended, five stars, two thumbs up!

Chilean Benjamín Labatut writes Un verdor terrible (oh yes sorry, both books are in Spanish). Labatut focuses his stories on physicists and chemists, scientists and their discoveries during the first half of the XX C. These are deeply researched stories that mix fiction and history in unknown (to the reader) quantities. It makes for scary but rewarding reading, riveting.

If you like short stories and read Spanish, I recommend both of these books. You are welcome.

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